TAMPA - Su oposición estridente al régimen comunista prevalece nuevamente en la Casa Blanca, pero no ha generado ningún aumento en la membresía de La Casa Cuba de Tampa.
De hecho, la organización que aglutinaba aproximadamente 500 miembros hace 20 años solo pudo reunir a seis personas para una de sus tradiciones distintivas: colocar flores en la estatua de José Martí en la ciudad de Ybor, el 28 de enero, para conmemorar el cumpleaños del luchador por la libertad cubana .
“Somos un grupo pequeño, pero no importa”, dijo Julio Videaud , de 85 años, preso político en Cuba durante nueve años y presidente de La Casa Cuba de Tampa desde octubre de 2018.
Videaud está presionando para atraer nuevos miembros. La campaña llega en un momento en que la administración del presidente Donald Trump está trabajando para revertir las iniciativas de la era de Obama destinadas a normalizar las relaciones con la Cuba comunista por primera vez en más de medio siglo.
Videaud está decepcionado de que solo 14 nuevos miembros se hayan registrado. La membresía en general es de aproximadamente 100 personas actualmente.
“Muchos no están interesados en cuestiones políticas”, dijo Videaud refiriéndose a los más jóvenes. “Hay cansancio (con el tema político hacia Cuba). Ahora (los jóvenes), están más preocupados por el trabajo y cuánto dinero pueden ganar para mantenerse a sí mismos y a sus familias”.
La Casa Cuba de Tampa está registrada desde 1993 como una corporación sin fines de lucro en Florida, promoviendo la democracia y la libertad en una Cuba libre del comunismo y dedicada a los principios originales de Martí. Considerado por muchos como el George Washington de Cuba, Martí ayudó a liderar la guerra de la nación isleña contra la España colonial durante la década de 1890, en parte a través de su escritura y recaudación de fondos durante las visitas a la ciudad de Ybor.
Videaud fue un prisionero político de 1961 a 1970 por su oposición al régimen comunista, una postura política que le impidió terminar sus estudios para ser veterinario. Llegó a los Estados Unidos en 1994 con su madre, esposa e hija.
A través de los años, Videaud trabajó estrechamente con el difunto Humberto Ferrer y Alfredo Moreno, reuniéndose todos los sábados en La Casa Cuba y recaudando dinero para ayudar a familiares de presos políticos y disidentes en Cuba. Con oficinas en 2506 W Curtis St., la organización cobra a los miembros una donación de $5 por mes para ayudar a mantener las estatuas que ha instalado y continuar con la publicación El Mambí , llamada así por las guerrillas que lucharon con Martí.
Pero hay más detrás de la disminución de la membresía que el solo hecho de las responsabilidades que tiene la gente a diario, dijo Óscar Rodríguez, quien ha servido dos veces como presidente de La Casa Cuba.
Cada vez menos personas de ascendencia cubana en el área de Tampa comparten (con la misma intensidad o interés) la feroz oposición al régimen de Castro que animó a los exiliados políticos más antiguos, dijo Rodríguez. Los inmigrantes más nuevos están más motivados por preocupaciones materiales, sostuvo Rodríguez.
“Todos los que vienen a los Estados Unidos por primera vez quieren muchas cosas que no tienen en Cuba, como un buen auto, una casa o incluso una cadena de oro”, dijo Rodríguez. “No se unen nuestra lucha”.
Una encuesta de la Universidad Internacional de Florida de 2018 lo confirma. El estudio halló que la mayoría de los cubanoamericanos de hoy están inclinados a apoyar políticas de mayor acercamiento y compromiso con Cuba. Esto es especialmente cierto para los nietos de quienes huyeron de Cuba después de que el régimen de Castro llegó al poder en 1959.
La encuesta también muestra que estas “voces conciliatorias” están creciendo tan abiertamente en sus demandas de cambio como los intransigentes y de oposición de línea dura que han insistido por aislar a la nación isleña como una forma de lograr un cambio de régimen.
Aún así, La Casa Cuba de Tampa espera ganarse a más personas jóvenes para su causa. Los necesita, en parte, porque está perdiendo a muchos de sus líderes que envejecen.
Lydia P. González, quien murió el año pasado a los 87 años, es una de las más recientes pérdidas. González era maestra en Cuba y una de las pocas mujeres que trabajaban para apoyar a la comunidad de exiliados cubanos en Florida, sirviendo en varios cargos durante sus 25 años en La Casa Cuba de Tampa.
“Es el deber de cada cubano”, comentó Roberto Pizano, de 82 años, otro miembro de la organización y preso político en Cuba durante 18 años.
“Necesitamos voces frescas, pero el problema es que más de un joven cubano prefiere hacer otras cosas", dijo Pizano. “Los cubanos deberían unirse a Casa Cuba para saber qué sucedió en su país”.